Parte I - Sin title.
- ¡Thorko, maldita sea, abre la puerta! -su grito se oyó más allá de los muros y en su huida éste se cruzó con otros gritos, pero no se reconocieron y se perdió en un bosque marrón que tenía sólo hojas marrones y se fue a dar contra los troncos en intersecciones imposibles de vaticinar.
El estúpido espolique posee un oido sordo y otro sigiloso, pero el grito, el que se perdió, antes de atravesar los muros se le metió por el oido sordo y al no saber este de gritos corrió hacia el sigiloso y al atravesarle le volvió sordo como su equidistante.
- ¡Maldita sea, Thorko, abre la maldita puerta! ¿es que tu maldito oido sigiloso no sabe?
En jarras, ante el estúpido, la condesa Bathory le grita por segunda vez, éste se gira por el oido sigiloso pero este se volvió sordo, así que con el ojo de niebla, el otro de eclipse, le sigue la huesuda mano que le brinda la posibilidad, látigo en mano, de abrir la puerta. Brinca de uno y con la pierna tiesa, la otra inexistente, y el brazo apoyado en una madera, el otro que se quedó sin enganches al hombro por eso anda sin dirección libre, se dirige a la puerta. Atraviesa el hall sin pisar las baldosas rojas, pisadas por la madera, él las blancas, y abre la puerta madera apoyada en la barbilla.
- ¿Qué desea? Bien, dígame..... hábleme hace frío, empieza a nevar.
El estúpido recuerda que no oye por ambos, así que pone en línea el ojo niebloso y lee los labios de la muchacha titiritera, de frio que no de funambulismo. Y sabe que dice que pregunta por alguien, pero no acierta a entender el nombre.
Se dirige a la sala negra del ala este, ahora alternando de forma contraria las baldosas, madera vs blancas, él vs rojas.
- Condesa una joven con el frio en las entrañas pregunta no sé qué de un camino hasta... no sé condesa ella tirita y yo no la entiendo, en el tiritar pierdo vocales de palabras y las consonantes sueltas no sé abrazarlas con vocales que yo sorteo.
- Haazlaa paasaar -dice vocalizando y sacando lengua roja chorreando sangre.
El imbécil agacha la cabeza y hacía atrás sin alternar ahora abandona la sala.Acompaña a la tiritona tras de ella le empuja con la madera.
- Dime niña ¿qué quieres?.
- Busco a Romeo, en Verona viví un apasionado romance. Antíguas rivalidades ...
- Ya, ya niña ya sé. Pasa y toma asiento y deja atrás el frio y aquí da tanta juventud como sueños arrancaste. ¡Thorko prepara utensilios, trapos y barreños!
Parte II - Cuento navideño.
La condesa Bathory adorna senderos con larga capa roja, desencapuchada ella senderea roces de esquina de capa con árboles y mientras arrástrala barre tierra piedras hojas y sesga cabezas de hormigas reina. Atrás cuatro, ella cinco delante cada vez más, camina a saltitos -rememorando sólo que un dedo desnudo, el único, le recorrió la espalda hundiéndosele tragantos en la corcova-Thorko que en la mano más corta agarra cesta y ésta está en estallido con ser sonrosado rojo dentro que levanta tapa para un dos tres cuatro.. respirar.
- Déjame morderte el cuello, prometo un no roce vertiginoso a la yugular -dijo voz con giro medio de cuello para que ésta quede atrás para cuando él llegue al punto.
- Señora, eso dijo la última vez y aún voy por ahí arrastrándome en sobras de sus baños para reponerme ¿no ve lo delgado y raquítico que me abandona saciada? -dijo adelantando dos pasos en uno medio suyo-. Además su esposo estará a punto de llegar y no querrá que la sorprenda con dos finos hilos de sangre de sus afilados colmillos parte abajo bailando en su labio inferior. A menos que su diatriba sea mando yo sigo aquí atrás, señora.
- Maldita sea, Thorko, aburres y no me alcanzas. Replicas y replicas y más réplicas... aburres querido Thorko.
Ya, ella cuatro él cuatro para cinco atrás, la condesa gira cuello largo a la izquierda y para en seco, ya él cuatro para tres atrás párase también en seco y careciendo de cuello gira todo cuerpo a la izquierda, pero no divisa nada, no por falta de cuello sino de ser tercios menor que otros -de paso ya parado golpea tapa que el ser de dentro, sonrosado él, continúa poseyendo respiración-.
- Señora ¿por qué para? ¿acaso viene en origen una desgracia que no alcanzo a ver, señora dígame algo no ve que desde aquí yo no puedo ver?.
- Maldita sea Thorko... -dice ésta sin giro de cuello, que aún lo tiene dirigido a lo que vió- mira allí -y señala mano fina huesuda tras largo brazo en dirección a lo que vió-.
Unos tres árboles, sinuoso sendero y dos metros y medio allá se divisa loma abajo columna de humo. Con un toque, como de tecleo de dedo, la condesa señala y redirige pasos con fija mirada al lugar elegido.
- Thorko sígueme, diviso lugar de combustión.
- Señora se hizo tarde, me tiene caminando cuatro atrás desde no sé cuándo... señora..
Prosiguen lo comenzado cuando la condesa remontada la loma sonríe relamiendo labio inferior -sobre el que bailan hilos- y divisa abajo una casita con seres, sonrosados como el ocupante de la cesta, alza capa para su frenado cuesta bajo y mano en alzada indica sea acompañada.
Junto a la casita, un río y seres diminutos en hormigueo moviéndose y atareados en diminutas faenas laboriosas. Quieto parao, el juego, se quedan todos al ver condesa veloz resbaladiza loma abajo y trás ella mediano hombre con cesta y tapa movible.
Al llegar miradas cruzadas asombradas unos de otros u otros de unos. Tras de venir la condesa toca con dedo huesudo el cachirulo del ser más próximo.
- ¿Qué llevas ahí ser de barba blanca? -dijo la condesa amortizada tocando un cachirulo color rojo.
- Bienvenidos sean seres grandes y eso que toca, señora es un sombrero, ¿desean entrar en nuestra humilde morada?, algo podrá ser ofrecido, parecen agotados de senderos y...
- Primero -dijo adelantándose otro ser de igual estatura- hemos de presentarnos, éste que habló en primer lugar se llama Sabio y aquí atrás se encuentran el resto de hermanos, adelántense y vayan diciendo su nombre, yo soy Bonachón y... vengan, vengan sean corteses...
La condesa clava mirada recaudatoria en los siete seres y relame conciencias mientras frota manos no por frías sino para animar a su sangre, ya alegre, a recorrerla más rápido.
- Dormilón -tras inclinación de cabeza.
Y así hasta completar los siete, que restan -sin menosprecio- Mocoso, Romántico, Mudito y Gruñón se fueron presentando.
La condesa mudita también pero por otros menesteres, levanta mano e indica a Thorko lleve a cabo la misma operación.
- Queridos seres, soy Thorko fiel sirviente de la condesa -y dirigiendo pequeño brazo señalativo-ella es la condesa Bathory esposa de...
- Calla, maldita sea Thorko, y vosotros seres de dónde habeis surgido, nunca supe de vosotros, decidme...
- Condesa Bathory, ya que soy nombrado por sabio, seré yo quien tome la palabra, vivimos desde siempre aquí, al menos, desde donde nuestra memoria rememore. Así que nada nuevo digo, tampoco nosotros nunca supimos de su existencia como seres altos y lo extraño es que días hace hemos tenido, con vos y su sirviente, encuentro y conocimiento de dos seres altos, el caso de no incluir a vuestro sirviente no es olvido pero el hállase en mitad justa de vos y nosotros, bien... retomo, la semana pasada encontramos salvamos alimentamos y cuidamos a una joven, ésta...
- ¿Así que hállase una joven, seguramente con blanca piel, ahí en esa casita? -dice la encabronada ahora ensimismada-.
- Sí condensa, nos relató que huyó de una madrastra cruel y malvada, ahora vivirá con nosotros.
- No debereis preocuparos por ella, yo la cuidaré eficazmente. Díselo tú Thorko -y fija mirada en diminuta puerta por la que atraviesa joven de sonrosadas mejillas de piel blanca y es tal su fijeza que logra ver la sangre de ésta corriéndole por las venas, y relame labio-.
- Sí, sí.. juro sobre mi corcova curva el exceso de disfrute que obtendrá mi señora en el cuidado de la joven de piel blanca y sonrosadas mejillas.
Parte III
- Di, ¿cuánto tiempo podrías aguantar sin respirar bajo el agua? - le dice.
Y bajan, dos, por escaleras acaracoladas de piedra que claman pasamanos, y gritan sujetapiernas. Lleva él, que se desplaza primero, antorcha en mano, pero gira brazo atrás para alumbrar camino y acompañar con luz a la condesa, que desliza y arrastra capa negra que de larga se pierde desde sus inicios.
Apenas luz. Sólo antorcha, ocupando hueco en hierro enredado, que tiembla dibujando luces nerviosas y sombras huidas en piedras salientes que forman paredes.
- Di, encantador Thorko, dime ¿cuánto tiempo podrías aguantar sin respirar bajo el agua? - le repite, pero ahora su voz, en eco convertida, se choca violentamente contra paredes en triángulos que no se encuentran.
- Ay mi condesa, me es grato su trato, pero témome fatal final, que cuando comienza frase con halago suele ser mi final fatal. Y si he de contestar a su pregunta, diría yo que poco, que muy poco aguanto, pero que nunca lo intenté porque ni por asomo a ella me arrimo, que congela extremidades y apaga pasiones, así que retomando lo iniciado digo que nada - y en su soliloquio a medias llegan al subterráneo abovedado.
- Thorko, maldita sea, hubiera bastado con el "nada" del final, ¿por qué alargas frases con las que no dices nada? ¿cómo consigues exasperarme e irritarme de ese modo?... ¡y para, para! sólo son preguntas retóricas que no requieren de ser respondidas, ¿ves? tus modos lungüísticos me hacen alargar frases que no dicen nada. Ven... sígueme.
Y así Thorko arquea ceja y a saltitos, para no pisar la capa que ahora se encuentra, persigue y sigue y acecha a la condesa. Ésta párase en seco, el otro, él que la sigue, pisa capa arrastradora que ahoga e impide una respiración a la primera y ahoga grito que por futuros aconteceres se pierde en un no eco. Ante ella un hoyo profundo, un nacimiento de agua que no desborda de unos dos abrazos. Y la condesa Bathory gira cabeza con mirada devastadora y dice así:
- Ven querido Thorko, acerca mejilla que hunda beso y húndete en el agua -y con dedo acusador señala el hoyo.
- Ay mi condesa que no encuentro ahora frase que alargar.
- Thorko hazlo, ya. No desvaríes como la que esto escribe. Hazlo y hazlo ya.
Y éste que se sabe ya perdido se acerca al hoyo y da vistazo superficial y un saltito que de ridículo encantador es. Y cae. Y se sumerge. Y a los dos instantes emerge coloradito de frío sabiéndose ya muerto.
- Mi condesa, no saldré ¿verdad? -implora agarrando con sus pequeñas manos el borde de tierra que se deshace y desaparece.
- No mi fiel criado hasta el final, no. Es más, marcho, como te sé fiel me marcho y te creo ahí, solo, hasta tu fin. No dejes de pensar en mí. Te dejo la antorcha que te ilumine.
Leí que la vida de la Condesa Elizabeth Bathory será llevada al cine ante lo cual estoy en completo desacuerdo.