<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d13908603\x26blogName\x3dcoloquialmente+hablando\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://coloquialmentehablando.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_ES\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://coloquialmentehablando.blogspot.com/\x26vt\x3d8850754969552848853', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

About

"Sed ut perspiciatis unde omnis iste natus error sit voluptatem accusantium doloremque laudantium. Nemo enim ipsam voluptatem quia voluptas sit aspernatur aut odit aut fugit, sed quia consequuntur magni dolores eos qui ratione voluptatem sequi nesciunt."

miércoles, mayo 31, 2006 |

e-fin

Llevaba unos días con síntomas extraños, al menos desconocidos me eran. En las últimas horas éstos se habían acentuado y se trataba, en resumen, de unos bultos a lo laaargo y aaancho de mi cuerpo, que si bien no había logrado ver, pues espasmódicos éstos eran, si que se dejaban sentir. Me nervioseaban e inquietaban, ante lo cual esta madrugada decidí acecharles y rodearles y atajarles, para ello me hice con un cuchillo, previamente hervido y mimado, y aguardé.
Aguardé durante un minuto. Comenzó apareciendo por mi media espalda, nuca, hombro, rodeo por brazo, brazo interno en remontada para caer en picado por mi costado donde le esperaba un corte limpio y fugaz y me quedé sin palabras...
La dejé encima de la mesa. Tenía la altura justo de la lata de coca-cola que se encontraba junto a ella. Era una pequeña Sinmás. Se compuso y atusó el pelo. Colocó sus manos en jarra y dijo así:
- Estoy tan cabreada que voy a dar una vuelta hacía atrás con doble giro en tirabuzón y si cayera de bruces contra el suelo ni se te ocurra tocarme -dijo en un perfecto arameo que yo sorprendentemente entendí.
- ¿Pero qué está pasando? -le dije en un perfecto castellano que, por su mirada de desprecio, también entendió.
- ¿Que qué coño está pasando? Dímelo tú, lista.
La conversación, que no reproduzco por cuestiones personales, se alargó durante horas.
Horas más tarde le preparé un baño caliente en el bidé. Metí el codo para comprobar que el agua no sufriera de exceso de temperatura. Al ayudarla a subir me ordenó que me girase mientras se quitaba la ropa.
No abriré ningún bulto más no sea que me encuentre a la Sinmás con ira y la hemos liado.

viernes, mayo 26, 2006 |

E-250506
Caminaba con la cabeza tan gacha, casi hundida en mi propio pecho, que no me di cuenta del atropello que sufrí por parte de un lindo autobús, servicio discrecional, línea 70 y que me dejó hecha papilla.
Ahora se está estudiando concienzudamente si dejarme como ejemplo vial de cómo no se debe caminar o aprovecharme para algún tipo de comida, Nutriben y Otto aquí tienes tu Dog Chow son los que más interés han mostrado. Aunque creo que me decantaré por formar parte de cantidades industriales de botox, al fin y al cabo todo da igual.
Y todo esto sucedió porque el maldito universo el otro día se me calló encima con todo su peso sideral y me afectó de tal manera que yo caminaba con la cabeza tan gacha, casi hundida en mi propio pecho, que...

jueves, mayo 25, 2006 |

"El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra." Sapiencia popular.

Sorprendentemente yo ya voy por la de dieciséis y no he hecho más que comenzar.

lunes, mayo 22, 2006 |

No llevo armas.

Una noche de un junio pasado andaba yo robándole dos horas a la noche cuando se me escapó un grito desgarrador. Intente abrazarme a modo de consuelo, posicionándome a mi favor por si a mí misma me quedaba alguna duda. Pasó.
Ayer noche, que no quise robar horas, me sobresaltó un toquetear de puerta. Y yo que me levanto y abro la puerta dispuesta a increpar a aquel que osa llamar a altas horas -aunque bajas en número- de la madrugada. Y allí estaba él.
Era mi grito. Mostró resistencia ante mi invitación a pasar pues serio y cabizbajo se mantuvo; e interminables minutos pasaron en los que ni me miró ni palabra dirigió. Con disgusto manifiesto al fin pasó y aceptó una taza de té rojo calentito pues me dijo que le hacía falta calor -luego, entre risas, me argumentó que no se refería a un té hirviendo en verano entrante, sino a algo que le quitara la mala sangre de alma desgarrada que le acompañaba, reimos-.
Me relató sus aventuras y como, por impulso y por no saber caminar, se iba chocando con paredes no esquivadoras, con puertas, con árboles no agitadores... se iba chocando. Y de cómo nunca entenderá por qué le lancé con tanta furia, si él sólo era escape alegre. Nos reimos.
Ahora intento enseñarle a andar y a tranquilizarse y moderarse pues no sabe parar de gritar. Resulta tan gracioso ver como se choca con todo, como se cae cada dos pasos pero me está volviendo loca con su grito agudo tembloroso lineal...

miércoles, mayo 17, 2006 |

El ataque de los aros asesinos.

El día en que los aros deciden salir en sus extremos y atacar carece por completo de bondad, si a ésto le sumamos que acaece en los inicios de una reunión de trabajo sus consecuencias son devastadoras.
Investigaciones me han llevado a la conclusión de que se están vengando de la quema masiva a la que fueron sometidos allá por los años sesenta. En conversaciones posteriores con uno de estos aros, el cabecilla creo, he podido averiguar que no cejarán en su empeño asesino hasta que haya una disculpa formal por parte de las féminas -sean o no las inquisidoras que antaño les llevaron a la hoguera-. Les he ofrecido una sincera disculpa en nombre de todo el sexo femenino y en el mío propio, éstas han sido aceptadas, aunque me pareció ver un aro al final que no hacía más que afilarse la cabeza y esconder una sonrisa malévola, en fin, no sé qué pensar....

jueves, mayo 11, 2006 |

Todo lo que siempre quiso saber sobre las viandas y nunca se atrevió a preguntar.
Ocurre que en cada ocasión en que cocino un plato por primera vez éste se acerca a la perfección para todos los sentidos; de igual manera ocurre que en segundas o terceras cocinadas este plato se acerca a la más pura bazofia. Este hecho que a primera vista puede resultar cuando menos curioso y cuando más una solemne tontería carente de interés, a mí me provoca desasosiego, -pues no nos engañemos, se trata de mis ratos comestibles-.
Lo anteriormente mencionado hizo que tal día como ayer me dirigiera a un restaurante chino -ya que ellos si consiguen los mismos sabores cocinado tras cocinado- a llevarme alimento. Y así lo hice.
Ya en mi hogar, dulce hogar, me dispuse presta al primer bocado al rollito. Pero sucedió que me quedé presta, pues aunque relataré a continuación lo que ocurrió sé que no seré creida -a veces ni por mí misma- aunque eso nunca me ha apartado de contar.
Al primer bocado, como ya decía, de mi rollizo rubio rollito me quedé boquiabierta pues comenzó a sonar una canción de Frank Sinatra y de mi vianda salían contoneadoras bolitas diminutas de carne picada alineándose en la mesa en columnas de nueve y filas de quince. Unos segundos más tarde, y ante mi estupor, tamaño espectáculo continuaba con las estilizadas zanahorias andantes de puntillas colocándose detrás de las insinuantes bolitas de carne. Paralizada y casi a punto de perder la conciencia y la cordura observé como del flaquito, ahora, rollito salían horizontales trozos de lechuga aleteando sus zonas verdes como si formaran parte de una versión vegetariana de El Lago de los Cisnes.
Me esquiné aún más contra el sofá y abrí lo más posible mis dos ojos dos pues todos los allí presentes -salvo yo- bailaban en una danza demoniaca un I´ve got you under my skin en versión de The Doors. Ocupaban la totalidad de la extensión de la mesa, ante lo cual no cabe más que una reverencia pues poseían, las condenadas, la posesión escénica y no había rincón donde no posaran sus carnes contoneadoras o las zanahorias con sus pasitos de claqué o las lechugas danzantes sus alas aletear.
Pero como todo en la vida, llegó su final trágico. La primera vedette -lo supe porque enseñaba más carne que las demás- cayó oronda perdiendo el paso del baile, miró hacia atrás y descubrió la risita malvadita de una carne paliducha y con una mala hostia de órdago se dirigió a ella y la abofeteó, a todo esto que el novio zanahoria de la bolita rompió filas y corrió a separarlas -dándole pellizcos enanos a la paliducha en señal de venganza- entonces una lechuga danzante enamorada en secreto de la que fue pellizcada aleteó a la zanahoria hasta tumbarla, tras este tropel se fueron sumando las demás viandas y todo terminó como el cristo de la aurora.
Yo, un día más tarde, aún estoy inmovilizada totalmente esquinada contra el sofá. Esto está siendo transcrito, dictado por mí, por la única vianda que quedó con vida, una lechuga de profundos ojos azules que escribe como los ángeles -ángeles escribas, claro- y que consigue que el sonido de las teclas asemeje la melodía de I´ve got you under my skin cantado por Harry Connick Jr.
Como pago a su perfecta e impagable labor le he prometido compartir este espacio y que escriba de su aleta y letra algunas poesías, de rima libre, dice. Creo que tiene un cierto parecido a Woody Allen, quien sabe... quizá le tome cariño.
N.A.: no es cierto, creo que soy más parecido a Sean Connery, pero con un ligero toque verde.

lunes, mayo 08, 2006 |

Algo que aprieta dentro

Le pidió le dijera dónde le apretaba
y decidió no hablar
por si en estas él decidía constreñir aún más;
se asió a una maraña laberíntica
donde gustaba no salir
porque allí ya osó calentar su sitio.

Y así que le vuelve a preguntar por el
sitio donde le apretaba
y por algún azul motivo decide
sí contestar ahora
pero con el terrible resultado de no entendimiento
porque lo hace en arameo
para que en la duda no exista compromiso
de ver el sitio donde aprieta.

Muestra algo dulce inexistente para el convencimiento y
da puntero y pide muestra del lugar donde apretaba
y exige breve sea
por pérdida de tiempo, dice
y
desbaratada sin remedio, ahora sí dice
-mentalmente respido dos más, controlar la última sin dar cabida,-
digo,
dice: Algo que aprieta dentro.

miércoles, mayo 03, 2006 |

pim, pam, pum fuego...

Andaba masticando una acera pulcramente enlosada e ideando la forma de colarme por la alcantarilla de mis sueños cuando decidí ocuparme en no pensarte, pero justo en ese momento me acordé de tí. Y como soy de la opinión de que es imposible controlar las emociones las animé a pasar tímidamente entre el enemigo (yo) y esa alcantarilla de mis más mórbidos deseos.