martes, agosto 30, 2005 |
Tras el intento fallido de estabilizar mi espíritu mediante el aprendizaje autodidacta del Tai Chi, y el también fallido de ocupar mi alma en otros menesteres tales como la liberación de enanos o duendes de jardines carceleros o el -recién adquirido- interés por el capoeira (por otro lado también fallido debido a la inestimable estima que le proceso a mi crisma), decidí de común acuerdo conmigo misma una nueva ocupación y mi firme retirada si ésta no era de resultados óptimos.
Decidí, mientras olía el mar, dedicar algunos minutos de asueto a la confección de un vestido de hormigón armado, para lo cual me dirigí a la tienda de Hormigones armados más cercana y le pregunté al señor hormigonero:
- Buenas tardes señor hormigonero, ¿sería usted tan amable de servirme tres metros de doble ancho de tela de hormigón armado?. Gracias servil hormigonero, en tanto en cuanto mi pregunta sea contestada con un monosílabo afirmativo.
- Raudo y veloz cumplo su encargo -dijo el complaciente señor- y permítame recomendarle unos botes de pintura acrílica en desuso para el posterior acabado, realce y decorado, que ahí queda amontonada pues ya nadie compra hormigón armado para el menester que usted precisa. Si su respuesta es sí, dígame el color y nos ahorraremos nuevos guiones que abrir.
- Roja, señor.
Feliz y exageradamente contenta me encaminé a casa, decidiendo por el camino el diseño de a realizar, en primer lugar pensé en plisar la falda del vestido, por Dior que sé que será tendencia para la temporada otoño-invierno, pero me resistía a su dificultad y también creo que las aristas del plisado crearían heridos a mi alrededor. Por lo tanto me decanté por un diseño sencillo y fácil de llevar -ja-, delantero recogido al cuello, espalda descubierta y falda estrecha con un largo debajo de la rodilla y una abertura de vértigo en la pierna derecha.
Nunca necesité de patrones así que corté directamente sobre el hormigón armado, pinzas, escote, cintura, caderas, largo.... hilvané y probé una sola vez. De inusitada perfeccción en el corte rematé el diseño con una mano de pintura.
Ahora toca visita al gimnasio, pesas de las grandes para poder cargar con semejante peso porque sé que cuando consiga llevarlo ya nada me hará daño.