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lunes, diciembre 18, 2006 |

Cuento navideño.
Éranse una vez tres personajes singulares ataviados ellos con capas de variopintos colores, gorros plumíferos de formas imposibles y zapatitos de puntas retorcidas. Eran ellos, también viajeros en fechas sobre camellos y helos iniciantes de camino repetido por ende de los siglos, los océanos, desiertos, cabos, islotes, elevaciones de terrenos y demás geografía física. Hastiados, de igual manera, de repetir lo ya repetido inician viaje cargaditos de presentes hasta en las partes en las que éstos estorban. Sea, por lo tanto esta, una madrugada fría exhaladora de vaho líquido evaporado helado que antes de desaparecer cae sobre sus regazos causándoles pequeñas incisiones, lo que aumenta, si cabe, sus enojos.

- ¿Me creerían vuestras regias y majestuosas majestades -dijo el que siempre adjetivaba doble- si les dijese que me hallo al borde de la desazón y la pesadumbre?, y es que por no acompañar ni la meteorología osa hacerlo, y por no hacerlo ni el ánimo lo hace, la voluntad se nos fuga, el espíritu se halla de tabernas y la virtud es ya ociosa y holgazana, la no acción tranquila y sosegada es mi deseo vehemente y desgarrador, mi faz se asemeja al reverso de mi reflejo en un espejo y la columna que me vertebra se transformó en un meandro infinito y huesudo, mi sempiterno paso por años... ay me tiene...

- Ya va, ya vale, ya está pues ya inicias de nuevo ruta con largo soliloquio a dos que sin remedio te atienden, ya está que pues por amor de todos los oasis calla y haz camino verdadero en veraz silencio, ya -dice el que olvida artículos y pues multiplica y va en punta del grupo de a tres inventando palabras-, ya calla pues asolas sonidos nocturnos, murmullos vegetales, ajetreos camalleriles, turbas roperiles, calla incauto que turbado me tienes y a punto de estruendarme estoy.

Y el tercero, el de la rima pretendida, que en mitad va arruga boca para tragar grito pelado y así dice:

- Igual es mi parecer pero se me asemejó el de ayer atardecer a un diferente amanecer, y van vos y vos ambos dos a jodérmelos. Ésto que en sí mismo es devastador me conduce a un estado desolador sírvanse de continuar o bien de callar.

En éstas trifulcas se hallaban cuando de lejos el que adjetiva doble divisa y dice:

- ¿Qué es lo qué a lo lejos lejano y distante distingo, ven, ven vuestras majestades aquella silueta alargada y esbelta?

- Agudicemos sentidos en el mirar hasta la silueta alcanzar -dijo el viajante rimador-.

Y así, omitidos en el silencio y abstenidos de demás circunstancias arrearon veloces a las bestias hasta que situados junto a la figura se hallaron. Llegados y sin que a las bestias avisasen y ellas parasen así dijo la que seseando cadera está clavándoles la mirada más arrebatadora de la que se creía poseedora:

- Díganme viajantes si no es esta la noche más bonita que sus ínclitas mercedes han osado ver jamás y estas las estrellas más brillantes que jamás les cegaron -y sonríe sólo con ojos pícaros.

Absortos babeantes dos, y el otro que gira cabeza sabedor, a lo que dice:

- Apartad esa mirada pues de cándida asusta pues vive dios que ésta no es otra que Erzsebet, pues ya borré lo de condesa. Dejen mirada fija en camino avancen y olviden a la que miran pues de sobra es conocido como las gasta. Prosigamos pues.

- ¿Y me dejarán aquí sola, abandonada a mi suerte? -inquiere con tono burlón-. Mi mofa risueña lo es por cortesía, por aflicción al recordar al ser rojo y regordete que ya se les adelantó y presentes dejó a los seres pequeños que ya no les esperan, déjenme acompañarles y quizá les descubra otros placeres en el dar.

- Pardiez Erzsebet año tras año la misma cantinela, pues no atino sino en conjeturas a lo que pretendes en tus encuentros pues todos los años son. Desiste pues.

Embobados dos, uno sabedor emprendieron marcha. Tres pasos cuatro atrás les viene siguiendo Erzsebet gritándoles que la dejen acompañarles. Uno de ellos fantasea frases rimadas por si el alcance se produjera. Otro repasa mentalmente direcciones y nombres y caritas sonrientes. Otro arruga la boca pensando en el ser de rojo regordete que se les adelantó y vislumbra que para el próximo llegarán allá cuando el corte inglés inicia la época navideña.

sábado, diciembre 16, 2006 |

Conmemorando idioteces.

Resulta cuando menos extravagante y absurdo la celebración de según qué aconteceres. En breves instantes me dispongo a celebrar uno que roza y casi atrapa el esperpento, es más, sé que convive en el universo de lo que está opuesto a la razón, o de lo que reduce a cenizas el alma, o de lo que devasta el ánimo, el temple y el corazón. Si bien, la conmemoración exclusivamente se remite a la noche del diecinueve de diciembre de dos mil cinco, no podría reproducirlo con la escritura aquí pues se halla, como bien dije, en ese universo de las cosas que no debieron ocurrir, y tampoco estoy por la labor del daño gratuito añadido. Por lo tanto y por lo expuesto no hablaré de esa noche y sí de la mañana siguiente, aunque repito, la celebración se refiere en su más absoluta amplitud a esa noche.
Me remito a lo escrito el veinte de diciembre de 2005 en este mismo lugar, tras una noche aciaga en sustancia, surfrí, a la mañana siguiente y mientras me dirigía al trabajo, una sustracción -que no robo- de mi precioso bolso granate.
Cada día he de atravesar ese mismo polígono industrial y a pesar de no sufrir cualquier tipo de síndrome de Estocolmo o Praga, desde hace unos días ando con la cabeza girada cuando oigo algún ruido, debido a lo cual ando chocada con árboles plantados, coches aparcados y farolas atornilladas. Con ánimo valiente decidí pintar y recortar unos ojos achinados -porque parecen más divisadores- y una boca amenazante y pegarlos a la parte trasera de mi cara. Dejar que estos recortes vigilen mi retaguardia fue de lo más fácil y efectivo.
El único contratiempo acaecido es que últimamente varios varones se me acercan a lo pintado y se insinúan con sonrisas tontorronas pretendiendo cafeses y cenas nocturnas, la otra parte, la de ojos y boca real sonríe.
Ésta es la conmemoración idiota a una noche idiota.