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Un domingo bonito. Aire06.

Me calcé el biquini, en la mochila la toalla, una libreta para escribir, potingue antiachicharrante, música... y me dispuse a disfrutar de Aire06, festival aéreo sobre el mar. Al llegar observo que miles de millones de personitas humanas abarrotan la playa, pero como ya he dicho anteriormente yo estaba dispuesta a disfrutar, así que obvié tal impedimento personal, extendí mi toalla y me liberé del prejuicio de tener doscientas cincuenta mil billones de personas alrededor.
Desde una simulación de reabastecimiento en vuelo hasta la Patrulla Águila, pasando por F-16, F-18, Eurofighter, AV-8B Harrier....
Siete aviones siete en formación acrobática perfecta escupiendo estelas de humo de colores. Un F-16 sobrevolando la costa dejando un sonido atronador que parecía estar en mi estómago. Tres helicópteros con la cabeza inmóvil y danzando con sus colas al unísono...
Y esos niños que con sus chanclas chancleadoras que levantan toneladas de arena que dejan depositadas con una gracia sin igual sobre mí. Y yo dispuesta a disfrutar a pesar de encontrarme entre seiscientas mil docenas de billones de niños gritones y chancleadores de arena.
Para apaciguar a la sinmás conciliadora conmigo misma que llevo dentro decido hacerme sociable repentina y propago un pequeño bulo a los italianos que se hallan junto a mí sobre sus toallas boquiabiertos miradores del cielo, y así les digo:
- Queridos oriundos de la bota italiana escuchadme, ese F-16 que está quebrando el cielo con su ruido atronador es en realidad un avión tan silencioso que oiríamos la respiración del piloto. El secreto de tal estruendo es un tenor fumador que en el avión va con un pequeño altavoz haciendo burrrrrum burrrrrum tantas veces como el desea.
Y me vuelvo a tumbar en la toalla cuan larga soy. El bulo, que en un principio estaba destinado a servir como divertimento a una sinmás enarenizada (del latín enarenizidus) toma vuelo y empieza a propagarse por todita la playa de forma tan inexplicable que llega al piloto del F-16, que segundos más tarde y en vuelo rasante se posa sobre mi cabeza, saca la mano por la ventanilla, que previamente ha bajado con un elevalunas manual, y me da una colleja dañina que ha dejado incluso eco varios minutos. Y se ha marchado, dándome el culo, con la misma velocidad con la que llegó.
He intentado simular que aquello era una broma entre conocidos con un nivel tal de complicidad que las collejas van referidas a una profunda y cariñosa camaradería. Creo que no ha colado.
Llegados al punto en que la arena ya formaba parte de mi metabolismo y que estaba saliendo de copas con mis glóbulos blancos, los rojos son antisociales, he lanzado otro pequeño bulo a los franceses de mi izquierda, en pleno vuelo en formación de siete aviones siete, y así les he dicho:
- Queridos franceses de la Francia, vecinos nuestros, esos aviones que danzan mientras sus alas están tan cerca que parecen besarse no es mérito de acrobacias malabares de pilotos experimentados, no, el truco simplemente está en un hilo que sujeto al dedo meñique de cada piloto hace que, tensado éste, mantenga tan corta distancia entre pilotos, y éstos, una vez dejado su idem automático encendido, se dediquen a hacer calceta mientras tararean éxitos de los ochenta.
Y de nuevo me he vuelto a tumbar en la toalla cuan larga soy y era. Sin saber cómo el bulo ha vuelto a correr como la pólvora nerviosa por estallar. Y en la siguiente pirueta con humos de colores, y que anteriormente estaba dedicada a los colores de la bandera de cada país participante, ahora se podía leer "Sinmás eres una perfecta zopenca", lo cual lejos de molestarme, en un primer acomodo, pues no era conocida entre los infinitos y más allá de los pobladores de la playa, ha pasado a ser una situación en la que yo misma sentía vergüenza ajena de mí misma tras comprobar que los organizadores se dirigían a mí con flechas anunciadoras y luces de neón que decían así:
"Esta es Sinmás la perfecta zopenca a la que se refieren los que arriba vuelan".
Pero he aparentado una tranquilidad tal que he mandado paralizar mi sangre -que seguía tomando copas con la arena- sólo he recogido bártulos y mi alma desecha cuando por megafonía ha sonado Il Divo y he sentido verdaderos deseos de arrancarme un brazo y destruir con él el equipo musical por el que sonaba dichos muchachos cantores.

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