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sábado, enero 27, 2007 |

mentira

Metí cada una de mis manos en cada una de las cuencas de mis ojos, descubrí el paulatino aumento de dolor que me producía cada avance de éstas por las antes mencionadas cuencas e ipso facto aparté las mías manos de mis míos ojos. Pero no ocurrió lo mismo con él, pues resolví meterle hasta lo más profundo de los míos ojos y ello sólo produjo que al dolor, antes también mencionado, se sumara por añadidura la decepción de, por a sabiendas del resultado, haber provocado un dolor bestial, y por ende gratuito desmesurado insolente bravucón desolador y lo que es peor, vacío, el dolor vacío es el peor a sentir. Todo se resolvió como se resuelven los bucles, si los pliegas ante un espejo desaparecen, o eso creo.

Sigo pensando que si los tontos volaran coparían todo el inmenso cielo azul y no dejarían ver la luz del sol, aunque, sinceramente y a estas alturas no sé si yo estaría tapando la visión al resto de los abajo mirantes o siendo privada de la luz y sobre la tierra de los rayos solares.

jueves, enero 18, 2007 |

Con cualesquiera de tus nombres.
Cada mañana, desde tiempos inmemorables, se repite el mismo ritual; al sonar la dulce melodía tocapelotas que tiene dentro el aparato despertador juro en nombre de todos los dioses menores que justo la noche siguiente mi hora de retirada a mis aposentos tendrá por nombre un número prudente, las doce, pienso, y de no ocurrir así que me crezca joroba y en su parte más elevada una planta monocotiledónea y poco vistosa, eso, y no otra cosa, me digo.

A pesar de ello mi sentimiento de culpabilidad, al irme a dormir a las dos de la madrugada a la siguiente noche, es completamente nulo.

Relato a continuación, con ávido interés en ser creida pues historia cierta es, lo que aconteció la pasada noche y como no está en mí el implorar credibilidad me limitaré a contarla.

Da comienzo ésta en una noche de esas noches que vienen tras quedarse todo obscuro y caer la antes mencionada noche, es decir de noche. Pasadas las dos de la madrugada son en minutos superiores a dieciséis y ya me hallo en completa conjunción con el resto de mortales que duermen, cuando de repente repentino me despierto al notar presencia desconocida, alargo el brazo -aunque no en sentido literal pues no es su naturaleza la elasticidad- palpador pero mi sentido táctil que debe andar aún dormido no acierta con lo que allí está. Enciendo la luz al mismo tiempo que lanzo grito desgarrador pues junto a mí y tapado, simulando dormir, hay una bola grande que no acierto adivinar lo que es.

- ¡Arghhhhhhhhhhhhhh! -acerté a decir, enmudecida y sin poder mover músculo huidor, salvo los que ayudan a la voz, con lo que repetí- ¡Arghhhhhhhhh!.

- ¿Qué, qué y más qué? -me dijo una bola de exageradas dimensiones.

- ¿Quién eres, qué.. qué haces aquí?.

- Bien, comencemos y a pesar de que en algún momento habré de pedir disculpas por semejante interrupción no esperes que lo haga en este momento pues estoy cabreado en exceso y eso me hace perder los modales que en otro momento me hicieron merecedor de una exquisita educación que...

- Va, inquirí que quién eres, di tú.

- Bien, soy Plutón, el anteriormente conocido como planeta Plutón y he venido a este tu planeta a ....

- ¿Y qué coño haces metido en mi cama? - mi perplejidad que iba en aumento no le pudo ganar a mi curiosidad y, junto a mi recién adquirida inmovilidad asustaril, me mantuvo preguntona.

- ¡No tengo nada contra ti pero si vamos a comenzar esta relación con ofensas me doy la media vuelta y continúo mi sueño relajador y reconstituyente!, tú decides.

- Está bien, di, pero las manos... digo los.. lo que sea, que lo tenga yo a la vista ¿eh?, di.

- Te cuento graciosa y blanquita terrícola, andaba yo ahí todo lisonjero dando vueltecitas despreocupadas alrededor del sol cuando me llega por ondas estelares la noticia de que me ya no soy un planeta y que ahora seré un simple planeta enano, ¡no te jode, planeta enano con esta planta que poseo!, me he cabreado tremendamente y me he salido de la formación estelar, ahí se queden ellos planetitas pomposos y ridículos, puto plutón decían.

- ¿Y por qué te has metido en mi cama? -dije aún a sabiendas de lo ridículo de la inquisición.

- A ver, si me echan di tú... ¿a dónde voy? -y habló más y más aunque me llegó al alma por rememorar eso de yo sin tí no sé donde ir- no tengo donde ir.

Considerando lo avanzado de la hora que era y temiendo que aquella conversación no llegara a buen término, di por zanjado el tema esperando que al despertar todo estuviera cercano al sueño (que ya un día barrí junto a la Srta. Torio todas y cada una de las escaleras del Big Ben). Y apenándome del desheredado planeteril le arropé como mejor pude y me dispuse a volver al sueño antes interrumpido.

Al despertar cumplí con el ritual de juramentos sobre la hora de retirada de la noche siguiente no sin antes palpar con el brazo no elástico para comprobar que todo fue un sueño, y así fue, ningún planeta cohabitó esa noche conmigo, pues sola estaba. Pero justo en ese momento en el que respiraba relajada y comenzaban mis juramentos se abrió la puerta del aposento y entró Plutón con enorme sonrisa y una bandeja con el mejor de los suculentos desayunos nunca tomados. Y así dijo el planeta:

- Buenos días terrícola dormilona, mala costumbre tienes de nunca desayunar, te quedarás enana como yo -dijo guiñándome un ojo y a carcajada amplia- va... desayunemos que has de ir a trabajar.

- Vale -dije.

miércoles, enero 10, 2007 |

- "Puede que sí o todo lo contrario...

...aunque con toda seguridad sí, pero puede que poco probable". Fueron las primeras palabras pronunciadas por Germán Vellatusta nada más sufrir en propias carnes el alumbramiento de la que abierta de piernas estaba y manifestante en grito ensordecedor se encontraba, su parturienta y doliente madre. Los allí presentes no daban crédito a lo oido, ni a los amigos faltos de dinero, así que, aunque certeros en lo escuchado, nadie ni ser ni animal ni vegetal ni mineral comentó lo allí ocurrido.

No volvió a hablar el nenonato, por más que la madre amamantísima le pidiera entre risitas histéricas "di tú, sí di tú lo que dijiste mientras te estaba pariendo, di que no fue ensoñación mía, repite o no comes hoy", hasta que fue cumplidor de los tres meses de tierna edad en que volvió a repetir - "Puede que sí o todo lo contrario aunque con toda seguridad sí, pero puede que poco probable, ¿comeré hoy?". Ya la paridora sospechó que la indecisión sería la fiel compañera del mamón que ansioso buscaba la leche hambriento de tres meses repitiendo el puede que sí o todo lo contrario aunque con toda seguridad sí, pero puede que poco probable.

Y así fue sucediendo su vida, instalado en la indecisión más absoluta, tanto que no le hacía falta ni hablar pues sólo con la mirada y el mover tintineante de su cabeza daba respuesta a cualquier interrogante aunque fuese un "¿qué tal estás?" educado y sin intención de escuchar respuesta, él se debatía entre un "puede que esté bien o todo lo contrario aunque con toda seguridad esté bien, pero puede que poco probable" que hacían que cualquier ser humano o animal o vegetal o mineral huyera en acertada escapada hacia el silencio.

Murió Germán ya octogenario, próximo al nueve más el genario, ante un dolor agudo fuerte de morir llorando y con un "puede que sea ahí el dolor o en el lugar contrario, aunque con toda seguridad sea ahí, pero puede que poco probable".
Descanse en paz, o puede que no, aunque con toda seguridad puede que no existiese, pero puede que todo lo contrario. Pues eso.